sábado, 17 de agosto de 2013

Dios te da la mano

La duda trajo el ocaso…

Cuentan que un alpinista, desesperado por conquistar una altísima montaña, inició su travesía después de años de preparación, pero quería la gloria sólo para él y subió sin compañeros.

Empezó la ascensión y se le fue haciendo tarde, y más tarde... y no se preparó para acampar... sino que decidió seguir subiendo, y oscureció.

La noche cayó con gran pesadez en la altura de la montaña; ya no se podía ver absolutamente nada. Todo era negro, ninguna visibilidad, y la luna y las estrellas estaban cubiertas por las nubes.

Escalando una pared, a sólo unos pocos metros de la cima, resbaló y se desplomó en el vacío a velocidad vertiginosa. El alpinista nada más podía ver veloces manchas oscuras... y la terrible sensación de ser succionado por la gravedad.

Seguía cayendo... y en esos angustiosos momentos, le pasaron por su mente todos los episodios buenos... y no tan buenos de su vida.

Pensaba en la cercanía de la muerte y, sin embargo, de repente, sintió el fortísimo tirón de la larga soga que lo amarraba a las clavijas clavadas en la roca de la montaña.

En ese momento de quietud, suspendido en el aire, no le ocurrió más que gritar:

¡¡¡ AYÚDAME DIOS MÍO!!!

De repente, una voz grave y profunda de los cielos le contestó: 
— ¿QUÉ QUIERES QUE HAGA?
— Sálvame Dios mío.
— ¿REALMENTE CREES QUE YO TE PUEDO SALVAR?
— Por supuesto Señor.
— BIEN, ENTONCES CORTA LA CUERDA.
Hubo un momento de silencio; y el hombre se aferró más aún a la cuerda...

Cuenta el equipo de rescate, que al otro día encontraron a un alpinista colgando, muerto, congelado, agarradas sus manos fuertemente a la cuerda... A TAN SÓLO DOS METROS DEL SUELO.

¿Y tú? ... ¿qué tan aferrado estás a tu cuerda? ¿Te soltarías?

No debes decir ni pensar que Él te ha olvidado. Quizás tu lo has olvidado a él, y no te das cuenta que a tu lado solo hay unas huellas, las de él, porque te lleva en sus brazos para que tu... Descanses... recuerda... que Él te tiene siempre de su mano. 



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